Leire Rodríguez

5 days ago | diariodeibiza.es | Leire Rodríguez

Casarse en Ibiza es una oportunidad perfecta para compartir algo más que una ceremonia. La isla ofrece un entorno privilegiado, pero también la posibilidad de alargar la celebración y convertirla en una experiencia que va mucho más allá del día del ‘sí, quiero’. Muchas parejas ya no piensan solo en el momento del enlace, sino en cómo hacer que sus invitados disfruten desde el primer día y regresen a casa con recuerdos que duren toda la vida.

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En el puerto de Sant Antoni, el restaurante Es Nàutic ofrece un entorno cómodo y bien situado para celebrar bodas con diferentes formatos. Su terraza elevada, con vistas a la bahía, es uno de los espacios más solicitados para ceremonias civiles o cócteles al aire libre, sobre todo cuando cae el sol.

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En un rincón del interior de la isla, alejado del bullicio y envuelto por olivos, se encuentra la Oleoteca Ses Escoles, un lugar que invita a celebrar bodas diferentes, lejos de lo predecible. Aquí no hay salones impersonales ni decorados artificiales. El entorno natural, la arquitectura tradicional y el carácter acogedor del espacio crean el escenario ideal para quienes buscan autenticidad en uno de los días más importantes de su vida. La cocina se basa en ingredientes locales y de temporada.

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Cada año, Ibiza se convierte en el escenario elegido por parejas de todo el mundo para dar el paso más importante de sus vidas. Y no es casualidad. Hay algo en el aire de la isla que invita a celebrar. Tal vez sea la luz, que transforma cada rincón en una postal. O el sabor del mar, presente en cada bocado. O quizá la sensación de que, aquí, el tiempo se detiene. Sea como sea, Ibiza enamora. Y no solo a los que se casan.

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Champagne, soda y mezcal infusionado con flor de saúco. Así comenzaba la noche. Con un cóctel de bienvenida que era ya una declaración de intenciones. Delicado, profundo, inesperado. El pasado 8 de mayo, El Clodenis abrió de nuevo sus puertas en Sant Rafel. Tras siete años de silencio, la casa de los patios ibicencos, construida en 1725, resurgió como un espacio que mira hacia el futuro sin soltar la mano del pasado. Este año, la casa cumple 300 años y lo hace más viva que nunca.