
Tali Goldman
Articles
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Nov 28, 2024 |
gatopardo.com | Verónica Bonacchi |Anita Pouchard Serra |Enrique Navarro |Tali Goldman
Tiempo de lectura: 28 minutosDebe haber sido así, igual que ahora. Hace casi 100 años, el primer pingüino de Magallanes que llegó a esta playa de la Patagonia austral argentina, en la provincia de Chubut, debe haber nadado unos 3 200 kilómetros desde Brasil, igual que este, igual que ahora: un atleta ágil y veloz bajo el agua, un contoneo torpe y de pasos cortos en la tierra.
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Oct 5, 2024 |
revistaanfibia.com | Victoria Gessaghi |Tali Goldman |Mariana Levy |Ezequiel Adamovsky
Primer plano, una lujosa araña de cristal. Se escucha de fondo: “Yo tampoco lo vi venir, Max”, “Espera, Max, vamos”. Sobre la lámpara de cristal sobreimprime: “La Haya, enero 2001”. Vemos a una chica de pantalón gris y remera bordó, rubia con rodete—es Máxima—, perseguida por un muchacho pelirrojo, vestido de camisa cuadrillé y suéter gris—es Guillermo Alejandro—. Máxima camina rápido y él la persigue. Por la decoración ornamental y el personal de servicio sabemos que es un palacio.
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Sep 19, 2024 |
gatopardo.com | Tali Goldman
Tiempo de lectura: 26 minutosNada, no queda nada de aquel cartel en letras rojas que, sobre una puerta rosa de chapa desvencijada, decía: “Hotel familiar Islas Canarias”. En una calle tranquila del barrio de Barracas, al sur de la ciudad de Buenos Aires, aquel letrero quedó completamente borrado por el paso del tiempo. No así los recuerdos de Doña Rosa, su dueña, que en 1954, con 19 años, desembarcó desde las Islas Canarias, donde vivía sumida en la pobreza.
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May 2, 2024 |
latfem.org | Tali Goldman
Foto de portada: Dan DamelioYa es de noche cuando le toca su turno. En la calle son miles. Es 23 de abril y la marcha federal universitaria en contra de las políticas de ajuste de Javier Milei es impresionante. En la plaza no cabe un alfiler. En el escenario hay un puñado de rectores, docentes, no docentes, estudiantes referentes de la sociedad civil.
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Mar 23, 2024 |
infobae.com | Tali Goldman
Él dice que la primera vez que la vio, ella estaba arrodillada, con una capucha en la cabeza y se negaba a acostarse en la letrina que le tenían asignada. Tenía una pollera con franjas marrones que se iban aclarando: marrón oscuro, marrón más claro, beige. Lo único que hacía era repetir como un mantra: “mis hijos, mis hijos, mis hijos”. Los guardias de ese sector no se animaban a pegarle. A él lo enamoró de ella su coraje.
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